¡Hola, grupo! ¿Cómo lo estáis llevando? ¡Espero que genial! 🙂 ¿Recordáis cuando jugábamos al Escondite y decíamos Por mí, y por todos mis compañeros? Pues hoy toca dar otro paso al frente y gritar Por mí, y por todos los educadores infantiles que están recibiendo cada vez más críticas, ofensas e insultos por parte de personas que tienen empatía cero.
Muchos educadores infantiles me dan las gracias por ponerles la voz, por expresar su realidad y darles el reconocimiento que se merecen, pero, ¿cómo no lo voy a hacer? Aunque ya no esté al pie del cañón en las aulas, me siguen doliendo igual las malas palabras sin fundamento ninguno hacia mis compañeros, hacia un colectivo que no se lo merece en absoluto.
No sé si la gente lo sabe, pero los educadores infantiles están viviendo momentos de presión, estrés, agobio y cansancio extremo. Tengo amigos que trabajan en el primer el ciclo de infantil y llegan a casa completamente agotados, sin ganas de hacer nada. Solo quieren cerrar los ojos, dormir y que el día pase. A pesar del gigantesco esfuerzo que están haciendo, son muy pocas personas las que se lo agradecen, las que intenten comprenderlos.
Cansancio físico, mental y emocional
Los educadores infantiles no solo se sienten cansados físicamente, se sienten derrotados mental y emocionalmente. No llegan a entender por qué una gran parte de nuestra sociedad ni siquiera intenta empatizar con ellos. No comprenden que existan tantas malas palabras hacia ellos, cuando en realidad, lo único que están haciendo es dar la mejor versión de sí mismos a los peques y a las familias (porque también trabajan con las familias).
Me duele muchísimo ver cómo no se respeta ni se apoya a un colectivo educativo increíblemente importante para el desarrollo íntegro de los niños. Los educadores infantiles de corazón son fuertes, valientes y sensibles, pero llega un punto en el que recibir tantas faltas de respeto puede agotarles y cansarles. ¿De dónde viene tanta incomprensión y desprecio hacia los educadores infantiles? Si alguien sabe la respuesta, por favor, que me la diga.
«Tenemos suerte de ser educadores infantiles»
Hace unos días, una amiga que trabaja en un aula de uno a dos años me dijo que tenía suerte de ser educadora infantil porque de lunes a viernes podía ver la sonrisa y la cara de ilusión de los peques, y eso le daba motivación para seguir adelante. Y no es la única que lo dice, muchos profesionales lo expresan y se consideran muy afortunadas por ver la alegría y la risa de un niño sin mascarilla.
A pesar de todas las críticas que están recibiendo y de ser la etapa educativa menos valorada del sistema educativo, ellos están felices y listos para seguir luchando. Quizás puedan llegar increíblemente cansados a casa, quizás solo quieran dormir, pero cuando están delante de los peques y de las familias se olvidan de sus problemas y solo intentan que los niños disfruten de sus días en la escuela infantil.
Empatía y reconocimiento tras el confinamiento
Cuando cerraron todos los colegios y escuelas infantiles creía que la sociedad iba a empatizar y reconocer más el trabajo de los educadores infantiles, sin embargo, hubo familias que les echaron la culpa, que les acusaron de no querer ir a trabajar, les dijeron que eran unos vagos y que no se se estaban ganando el sueldo. Me pregunto si esta gente se puso en algún momento en el lugar de los educadores infantiles.
Como muchos de vosotros ya sabéis, tengo bastantes amigos que trabajan en el primer ciclo de educación infantil, y todos ellos se esforzaron al máximo en preparar materiales, actividades y dinámicas para los peques durante el confinamiento. Todos ellos, estaban deseando poder estar con los niños en las aulas y se preocupan muchísimo por su bienestar y tranquilidad. Por desgracia, mucha gente sigue sin darse cuenta del valor de los educadores infantiles.
Más gratitud y apoyo hacia la etapa y los profesionales
No estaría mal que todas las familias que llevan a sus hijos a la escuela infantil diera las gracias a los educadores infantiles y les mostrara su apoyo. Por desgracia, hay padres y madres que solo ven las escuelas infantiles como el lugar para dejar a sus hijos mientras ellos están trabajando. Ojalá supieran que las escuelas infantiles no son simples centros asistenciales, y que las aulas de infantil están llenas de aprendizaje, experiencias, juegos y buenos momentos.
Estaba convencida de que tras el confinamiento y el cierre de todas las escuelas infantiles y colegios, la sociedad sería capaz de ver la importancia de los educadores infantiles. Estaba segura de que los mirarían con otros ojos, y que los tratarían con empatía y respeto. Lamentablemente, todavía queda mucho trabajo por hacer y muchísima conciencia que crear para que de una vez por todas, el trabajo de los educadores infantiles sea reconocido.