¡Hola, grupo! ¿Cómo lo estáis llevando? ¡Espero que genial! 🙂 Hoy toca escribir un post para crear conciencia acerca de la realidad que viven muchos docentes en este país. Me duele muchísimo saber que hay personas que piensan que los buenos profesores se pueden contar con los dedos de la mano. Vamos a intentar darle una vuelta a este comentario tan negativo y general hacia la enseñanza. ¿Os animáis a seguir leyendo?
Hace unos cuantos días mantuve una conversación con alguien que decía que los profesores se quejaban por vicio y que lo único que sabían hacer era llorar. Estaba convencido de que solo quedaban dos o tres buenos profesores y que a los demás no les gustaba realmente su trabajo. Posiblemente ya me conozcáis y sepáis que este tipo de comentarios me hacen sentir mal y me hieren.
Tengo familiares cercanos que son profesores y amigos educadores infantiles y maestros; todos ellos son profesionales de corazón, que viven la enseñanza de una manera auténtica, vocacional y apasionada. No tengo la suerte de conocer a todos los buenos profesores de este país, pero estoy segura de que hay muchísimos. Muchísimos más de los que se pueden contar con los dedos de una mano.
La auténtica realidad de los buenos profesores
Está claro que hay muchos buenos profesores, pero por desgracia su trabajo diario no tiene casi reconocimiento por la sociedad. El esfuerzo físico, mental y emocional diario que hacen no sale en la televisión, ni en los periódicos. Solo lo ven los estudiantes y las familias (y creedme que para ellos es más que suficiente). Sin embargo, siempre tiene haber personas en la vida que critican y ofenden incluso sin saber bien de lo que hablan.
Los buenos profesores llegan a casa agotados, con dolores de cabeza y con la garganta hecha polvo (por el COVID-19), pero felices y con una sonrisa en la cara. Pese a que exista gente que quiera ningunear su profesión, su esfuerzo y sobre todo, su vocación, ellos se sienten satisfechos por todo el trabajo duro que han hecho en el aula con sus alumnos y las familias.
Los docentes siempre en el punto de mira y bajo polémica
Tengo la extraña sensación de que hagan lo que hagan los profesores siempre va a haber algo que esté mal. Cuando los docentes volvieron a las aulas en septiembre, y pidieron una vuelta segura para ellos, los alumnos y las familias se les echaron encima. Les acusaron de ser unos vagos, irresponsables y de pensar únicamente en sí mismos, cuando en realidad estaban haciendo lo contrario; pidiendo más recursos para cuidar del alumnado.
Si hay un profesor que manda muchos deberes a los estudiantes está mal porque hay que mirar más allá del lado académico, si otro docente por el contrario da más importancia a la educación en valores, a la educación emocional , al trabajo en equipo y es innovador, también está fatal porque esas habilidades no se deben potenciar en los centros educativos. Entonces, ¿cómo tienen que ser los buenos profesores?
No todos los profesores son buenos profesores
Es que no todos los profesores son buenos, y no todos disfrutan de su trabajo al máximo. Quizás esa sea la excusa más general que utilizan las personas que quieren criticar y ensuciar de alguna manera la práctica docente. No, por desgraciada no todos los profesores son buenos ni dejan huella en sus alumnos, pero también hay malos peluqueros, malos médicos y malos mecánicos.
Sin embargo, la gente no se queja mucho por los médicos, por los mecánicos ni por los peluqueros. De hecho, si un peluquero le corta mal el pelo a alguien, basta con no volver a su peluquería y no hay problemas. Pero eso no pasa con los profesores. Con los educadores, maestros y profesores sí que se queja la gente. Sí que les acusan de cosas inciertas y buscan cualquier tipo de ofensas contra ellos. ¿Por qué será?
Empatía, comprensión y apoyo a los profes de corazón
¿Os habéis preguntado alguna vez cómo sería la vida sin educadores, maestros ni profesores? Creo que las personas que menosprecian a los profesores no se han planteado esa cuestión. Los buenos profesores son increíblemente necesarios en nuestra sociedad. Ellos guían a los alumnos en su aprendizaje y les ayudan a ser mejores personas cada día. Son una fuente de influencia positiva para los estudiantes.
¿Hay profesores que no deberían dedicarse a la enseñanza? Por desgracia sí, pero quizás nos fuese un poquito mejor si resaltáramos lo bueno. Si en vez de criticar a los malos profesores, diésemos voz a los buenos profesores, a los que se implican cada minuto con sus alumnos y sus familias. Apoyemos a los profesionales que dejan huella a niños, adolescentes, jóvenes y hasta a adultos. Porque los buenos profesores no salen en portadas, pero siguen estando ahí.