Hace unos días, mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde, escuché como una chica le decía a su amiga: ya me he decidido, voy a estudiar el ciclo de educación infantil porque es lo más fácil que hay. Su amiga asintió con la cabeza sonriendo y contestó: estoy de acuerdo con eso. Así no tenemos que estudiar mucho y cuidar de niños es fácil. Pero, ¿qué se cree la gente que significa ser educador infantil? ¿De verdad piensan que es tan sencillo?
Lamentablemente, no solo los jóvenes piensan que ser educador infantil es lo más fácil y chupiguay del mundo mundial. Hay familias que piensan que lo único que hacen es tirarse en el suelo a pintar con los peques, cambiar pañales y dar de comer a los niños. ¡Cómo me gustaría que esa gente entrara tan solo dos horas a un aula de infantil! ¡Cómo me gustaría que pensaran antes de abrir la boca con ofensas y críticas sin ningún sentido!
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Mínimas oportunidades para trabajar en escuelas infantiles
Por desgracia, esto es así. Cada vez son más escuelas infantiles que exigen unos requisitos totalmente innecesarios para trabajar. Por ejemplo, hace poco me comentaba una chica por Instagram que había terminado el grado superior, pero que en todas las escuelas infantiles con las que se había puesto en contacto pedían tres años mínimos de experiencia y un nivel de inglés altísimo.
Entonces, ¿cómo van a ganar experiencia los nuevos educadores infantiles si nadie les da una oportunidad de trabajar? Estamos llegando al punto de que los recién titulados en el grado superior de educación infantil no pueden acceder al mercado laboral, y es una pena porque la mayoría de ellos tienen muchísimas ganas de dar la mejor versión de sí mismos en el aula y adoran la educación infantil.
La desinformación que hay respecto a ser educador infantil
Soy muy consciente de que esas dos chicas (que estaban en segundo de bachillerato) no son las únicas que piensan que el ciclo educación infantil es fácil y que no hay que estudiar. Obviamente, si lo comparamos con medicina o una ingeniería, sí que es más sencillo y mucho más llevadero, pero eso no significa que no haya que esforzarse y estudiar. De hecho, hay bastantes trabajos y prácticas que hacer a lo largo del ciclo.
Lo que está claro es que en los institutos suele haber muy poca orientación personal, laboral y académica. Además, tengo la sensación de que se desprecia cierto tipos de estudios, carreras y profesiones (como es el ciclo formativo de educación infantil). Si realmente hubiera un buen asesoramiento hacia los estudiantes, ninguno de ellos pensaría que ser educador infantil es el trabajo más fácil del mundo.
Estudiar educación infantil sin vocación, ¿qué podría pasar?
Conozco a una persona que se matriculó en el ciclo formativo de educación infantil sin sentir vocación. Decía que no tenía que ser muy difícil cuidar de los niños. Toda la teoría del ciclo la aprobó con buenísima nota. Pero, ¿qué pasó cuándo llegaron las prácticas y trabajar día a día con los peques y sus familias? Que se vino abajo. Se dio cuenta de que ser educadora infantil no era lo suyo y que había despreciado la profesión sin motivos.
Supo que ser educador infantil no era sencillo, al contrario, requería muchísimo esfuerzo y no todos los días eran de color de rosa. No terminó las prácticas. Me dijo que se había confundido totalmente y que los niños se merecían tener a una educadora de vocación y con emoción. Por eso, es muy recomendable que los estudiantes estén bien informados sobre esta profesión porque ni mucho menos es tan fácil como la gente piensa.
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Ratios excesivas, estrés, expectativas, ansiedad y baja autoestima
Otro de los motivos por los que ser educador infantil no es sencillo son las ratios. Casi siempre se olvida de que los educadores infantiles tienen dos piernas, dos brazos y dos ojos, pero en muchas ocasiones lo más importante es rentabilizar el aula y seguir el lema «cuántos más niños, mejor». ¡Y así vamos! Rentabilizar un aula nunca debería ser más importante que la atención personalizada o la salud de los educadores infantiles.
Una vez que se está dentro de un aula como educador infantil te das cuenta de que esta profesión no es un camino de rosas, y que no todo consiste en cantar, pintar y bailar. Se es consciente de que hay muchos obstáculos que superar, de que cada día va a ser un reto, y que no siempre lo que haces va a ser reconocido por las familias ni por los mandamases.
Los falsos mitos que llevan los educadores infantiles a la espalda
¡Es que en las guarderías no se hace nada! ¿De qué os quejáis? ¡Pero si solo cambiáis pañales! Vuestra profesión no sirve para nada. ¡Pero si esa etapa ni siquiera es obligatoria! Los educadores infantiles se han ganado una fama (injustificada y ofensiva) de inútiles que no sirven para nada. Este falso mito (o bulo como lo queráis llamar) lo transmiten personas que no tienen ni idea y que no saben de lo que hablan.
Por este tipo de frases que no tienen ningún sentido, los educadores infantiles se vienen abajo, se desmotivan y se desilusionan haciendo que su trabajo se vuelva más complicado. Está claro que todos podemos hablar de lo que queramos, pero no sé, yo siempre prefiero no opinar de lo que no conozco Si hay personas que no tienen ni idea de en qué consiste ser educador infantil, ¿por qué narices hablan con desprecio creyéndose tener la razón absoluta?
¡Cualquiera no puede ser educador infantil!
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Mirar más allá de las carreras y de la formación
Está genial tener muchísima formación del ámbito de la educación infantil, pero, lo que también hay que tener en cuenta es la vocación, pasión y emoción que se siente por la profesión. Desgraciadamente, hay educadores y maestros infantiles que están en centros educativos sin tener que estarlo. ¿Y por qué? Porque en la mayoría de las veces prima por encima de todo lo demás el expediente académico.
Tener muchísima formación no significa para nada que en la práctica se sea un buen educador o maestro infantil. Son bastantes centros educativos los que no tienen en cuenta la pasión, la vocación y la emoción por la enseñanza. Y cuando se quieren dar cuenta, dentro de su escuela infantil hay una persona a la que no le gusta ese trabajo y que transmite una energía negativa a niños y familias. Todo por fijarse únicamente en las matrículas de honor.
¿Qué os ha parecido el post reflexivo de hoy sobre el contexto de ser educador infantil? ¡Os leo en los comentarios! Y por supuesto… ¡estaré preparando el próximo post!
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