¡Hola, grupo! ¿Cómo lo estáis llevando? ¡Espero que genial! Quizás el título del post de hoy os impacte muchísimo. ¿Educadores infantiles que amenazan a los peques? ¿Profesionales de esta etapa que aplican castigos exagerados? ¡Os animo a seguir leyendo la reflexión educativa de hoy!
Hace un tiempo leí una noticia con el siguiente titular: El castigo a un niño de dos años: «si sigues llorando, te encierro en el baño». Estaréis de acuerdo conmigo que cuanto menos el enunciado es sorprendente y decidí leer la noticia completa. Os la resumo muy brevemente: resulta que una maestra amenazó a un peque de dos años con encerrarle en el baño si no dejaba de llorar, y luego aplicó esa amenaza.
Habilidades sociales nulas de algunos educadores infantiles
Vamos a ver, ¿quién dice que trabajar con niños de 0-3 años sea fácil? Está claro que para ser educador/maestro de infantil se requiere una formación concreta, pero también habilidades sociales SÚPER importantes. Quiero decir, ¿qué sentido tiene si una persona tiene un montón de cursos relacionados con la infancia si luego no aplica la empatía y la sensibilidad?
Tener un título de educación infantil (ya sea el de ciclo superior o el grado universitario) no significa (para nada) que se esté preparado para trabajar en escuelas infantiles. Si alguien ha aprobado todas las asignaturas del ciclo o de la carrera con buenísimas calificaciones no significa (para nada) que ese alguien se convierta en el mejor de los educadores infantiles. ¡OJO CON ESO!
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¿Cómo es posible que una maestra amenace a un niño de dos años?
Según la noticia, la maestra cuenta con un amplia trayectoria profesional en la que no había tenido ningún problema (al menos que se supiera, claro). Quizás haya gente que diga: «pobre, puede que haya tenido un mal día y lo pagase con el niño». Y yo no discuto que los educadores infantiles no puedan tener un mal día, pero la mayoría de ellos aprenden a gestionar y a aceptar sus emociones y no llevarlas al aula.
El peque que recibió la amenaza y el castigo tenía dos años, no nos olvidemos de eso. Cabe destacar que los niños de 0-3 años que van a las escuelas infantiles necesitan amor, cariño, comprensión y empatía hasta que se adaptan. Por lo visto, la mamá de este niño en concreto había tenido otro bebé y el peque quería estar con ellos y lloraba mucho cuando se separaban.
Así que había un motivo real del por qué el niño en cuestión lloraba tanto, pero la maestra no subo manejar ni gestionar la situación. Puede que algunos digan: «es que claro… son muchos niños para una persona, y a lo mejor perdió la paciencia y pasó lo que paso». Y yo no discuto que sean muchos niños para una persona, ni que las ratios estén por los cielos, pero los educadores y maestros infantiles son conscientes de eso.
¿A qué me refiero con esto? Pues que prácticamente todos los educadores infantiles y maestros saben cómo está el tema de las ratios, pero la mayoría de ellos no pierden de esa manera la paciencia y ni mucho menos amenazan ni castigan de ese modo. ¿Acaso esta profesional pudo pensar en el miedo que tuvo que pasar el peque? Es algo así como… «si no te duermas va a venir El coco y te va a llevar con él…»
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Mejor dejarlo a tiempo antes de llegar a estas situaciones
Me gustaría decir una cosa (y ojo, esta es mi opinión personal), pero creo que si un educador o maestro infantil nota desde hace mucho tiempo que cada vez tiene menos paciencia, que cada vez le cuesta más estar con los niños, que su ilusión y emoción por la educación van disminuyendo creo que lo debería dejar a tiempo antes de llegar a amenazas, castigos y malas palabras hacia los peques.
No pasa nada por dejar una profesión que ya no apasiona y emociona. De hecho, para mí, es mejor dejarlo antes de que todo se haga cuesta arriba. De esta manera, no se estaría proyectando la negatividad, la desmotivación y la desgana a los peques y a las familias.
Dando oportunidad a educadores infantiles que se lo merecen
Dejarlo a tiempo también implica algo bueno positivo: dar la oportunidad a nuevos educadores infantiles que están buscando una escuela infantil en la que trabajar, aprender y crecer profesionalmente. Educadores infantiles que tienen su vocación, emoción y pasión por la educación intactas y que se merecen por fin una oportunidad.
La educación infantil no es una etapa sencilla ni de color de rosa, pero lo que está claro que los peques se merecen tener a profesionales educativos que merezcan la pena y que sí estén preparados para ejercer la profesión de una manera empática, respetuosa y sensible. Los peques JAMAS deberían escuchar amenazas, y menos por parte de ningún educador o maestro de infantil.
¡Y hasta aquí al reflexión educativa de hoy! ¿Qué pensáis vosotros acerca de este tema? Podéis dejarme vuestros comentarios en el blog o por redes sociales, y por supuesto… ¡nos leemos en el próximo post!