Hoy quiero hablarte de algo que puede transformar por completo tu manera de acompañar a los peques: la validación emocional. Porque saber cómo validar las emociones de los niños no solo calma sus enfados o tristezas del momento, sino que construye los cimientos de su bienestar emocional para toda la vida.
Comprar el cuento Tan diferentes como iguales, de Javier Costales en Amazon España
¿Alguna vez has visto a un niño llorar desconsoladamente por algo que a ti te parece insignificante? Tal vez porque se le ha roto una galleta, porque su hermano ha tocado su juguete o porque su dibujo no ha salido como esperaba.
En esos momentos, la tentación de decir «no pasa nada, no llores» es enorme. Pero ¿y si te dijera que esas tres palabras pueden estar cerrando una puerta importante en el desarrollo emocional del niño?
¿Qué significa realmente validar las emociones de los niños?
Validar no es estar de acuerdo. No es decirle a un niño que tiene razón cuando se enfada porque no puede comer chuches antes de cenar. Validar es reconocer que lo que siente es real, legítimo y tiene sentido desde su mundo interno.
Es decirle, de mil maneras diferentes: «Te veo. Veo lo que sientes. Y está bien sentirlo».
Cuando validamos, estamos transmitiendo un mensaje poderoso: tus emociones tienen cabida aquí, son importantes y no te hacen ser «malo» o «problemático». Simplemente te hacen ser humano.
Por qué es tan importante validar las emociones (y qué pasa cuando no lo hacemos)
Los niños pequeños viven las emociones con una intensidad que los adultos a menudo olvidamos. Su cerebro está en pleno desarrollo y la parte encargada de regular las emociones, la corteza prefrontal, no estará madura hasta bien entrada la adolescencia. Por eso, una galleta rota puede ser una tragedia de proporciones épicas.
Cuando invalidamos sus emociones con frases como «eso no es para tanto», «los niños valientes no lloran» o «deja de hacer el tonto», les estamos enseñando que sus sentimientos no importan, que son exagerados o incorrectos. Con el tiempo, esto puede llevar a que repriman sus emociones, que no confíen en sus propias percepciones o que desarrollen dificultades para expresar lo que sienten de manera saludable.
En cambio, cuando validamos, les ayudamos a desarrollar inteligencia emocional, autoestima, resiliencia y la capacidad de conectar de manera auténtica con los demás. Les damos herramientas para toda la vida.
Cómo validar las emociones de los niños: pasos prácticos
Validar no requiere fórmulas mágicas, pero sí presencia y consciencia. Aquí te dejo algunas claves que funcionan tanto en el aula como en casa:
Ponte a su altura física y emocional. Agáchate, mírales a los ojos, respira. Antes de decir nada, conéctate con el niño. A veces, tu presencia calmada ya es validación en sí misma.
Nombra la emoción. «Veo que estás muy enfadado», «parece que esto te ha puesto triste», «noto que tienes miedo». Ponerle nombre a lo que sienten les ayuda a comprenderlo y a sentirse comprendidos. Es como encender una luz en medio de la confusión emocional.
No minimices ni niegues. Evita el «no es para tanto» o el «no estés triste». En su lugar, prueba con «entiendo que te sientas así» o «es normal que te enfades por esto». No se trata de estar de acuerdo con todo, sino de aceptar que su emoción existe.
Ofrece empatía sin resolver inmediatamente. A veces queremos arreglar las cosas demasiado rápido: «mira, te compro otra galleta» o «ya pasará». Pero antes de buscar soluciones, los niños necesitan ser escuchados. Un «esto debe ser muy difícil para ti» puede hacer maravillas.
Separa la emoción de la conducta. Puedes validar el enfado, pero eso no significa permitir que pegue. «Entiendo que estés enfadado con tu hermano, enfadarse está bien. Pegar no está bien. ¿Qué otra cosa puedes hacer cuando te sientas así?». Esta distinción es fundamental.
Acompaña sin juzgar. No hace falta que tengas todas las respuestas. A veces basta con quedarte ahí, al lado, dejando que la emoción fluya. Tu cercanía es el mensaje más potente.
Ejemplos reales que te van a sonar
Situación 1: Un niño llora porque su torre de bloques se ha caído.
- ❌ «No llores, es solo una torre, la volvemos a hacer.»
- ✅ «Veo que estás muy frustrado. Habías trabajado mucho en esa torre y se cayó. Es normal que te sientas así.»
Situación 2: Una niña tiene miedo de ir al baño sola.
- ❌ «No seas tonta, ahí no hay nada, eres mayor ya.»
- ✅ «Entiendo que te dé miedo. A veces el baño puede dar un poco de miedo cuando está oscuro. ¿Quieres que vaya contigo?»
Situación 3: Un niño se enfada porque no puede seguir jugando.
- ❌ «Deja de llorar ya o no jugarás más en toda la semana.»
- ✅ «Veo que estás muy enfadado porque quieres seguir jugando. Cuesta mucho parar cuando te lo estás pasando bien, ¿verdad?»
¿Notas la diferencia? En todos los casos, el límite puede mantenerse (la torre se cayó, hay que ir al baño, el tiempo de juego terminó), pero la emoción del niño ha sido vista y respetada.
Post recomendado: Primer año estudiando a distancia: errores más comunes y cómo evitarlos sin estresarte
Los obstáculos más comunes (y cómo superarlos)
Sé que validar no siempre es fácil. Hay días agotadores, momentos de prisa, situaciones que nos superan. Estos son algunos de los retos más frecuentes:
«No tengo tiempo para tanto drama.» Lo entiendo perfectamente. Pero validar no requiere media hora. A veces son solo 30 segundos de conexión genuina. Y esos 30 segundos pueden evitar 30 minutos de rabieta.
«Si valido su enfado, ¿no le estoy dando la razón?» No. Validar la emoción no significa ceder en los límites. Puedes decir «entiendo tu enfado» y mantener firmemente que no se puede comer chocolate antes de cenar.
«Me recuerda a cómo me educaron a mí y me cuesta.» Este es uno de los mayores desafíos. Si creciste escuchando «no llores» o «no exageres», validar puede sentirse antinatural. Date tiempo, sé compasivo contigo mismo y recuerda que cada pequeño cambio cuenta.
«A veces no sé qué emoción están sintiendo.» No pasa nada. Puedes decir «veo que algo te está molestando» o «parece que estás pasando por algo difícil». No necesitas acertar siempre, lo importante es intentarlo.
El poder transformador del «te veo»
He visto con mis propios ojos cómo la validación cambia dinámicas enteras. Niños que pasan de rabietas interminables a calmarse en minutos. Pequeños que aprenden a poner palabras a sus emociones en lugar de morder o pegar. Familias que recuperan la conexión que parecía perdida entre gritos y castigos.
Pero sobre todo, he visto niños que crecen sintiéndose valiosos, escuchados y capaces de gestionar sus propios mundos internos. Y eso, querida educadora, querida familia, no tiene precio.
Aprender cómo validar las emociones de los niños no es solo una técnica educativa más. Es una forma de relacionarnos, de construir vínculos, de decirles cada día: «Tu mundo interior importa. Tus sentimientos cuentan. Y yo estoy aquí para acompañarte, pase lo que pase».
Así que la próxima vez que un peque esté llorando por algo que te parece una tontería, respira hondo, agáchate a su altura y recuerda el poder de esas dos palabras: «te veo». Porque cuando un niño se siente visto de verdad, todo cambia.
Y tú, ¿qué experiencias tienes validando emociones? ¿Hay alguna situación que te cueste más que otras? Me encantaría leerte en los comentarios y seguir aprendiendo juntos.
Enlace de la imagen en Flaticon utilizada en la portada de la entrada