¡Muy buenas, grupo! ¿Cómo estáis? 🙂 Hoy vamos a hablar de un tema algo controvertido: la competitividad entre educadores infantiles. En mi caso, tengo amigos y conocidos que están viviendo malas experiencias a causa de este tema. Incluso alumnos en prácticas que se dan cuenta de que el ambiente de las escuelas infantiles dónde se están formando no es el adecuado.
Los que me conocéis sabéis que me apasiona la educación infantil. Que siempre intento defender la etapa, las escuelas infantiles y a los educadores, pero también sé que no es todo de color de rosa. Y desgraciadamente, no todas las personas que entran a trabajar en los centros lo hacen por vocación hacia la infancia, si no porque creen que este trabajo tan maravilloso es lo más fácil del mundo. Y de ahí vamos llegando a la competitividad entre educadores infantiles.
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No siempre es vocación, emoción y amor a la infancia
Como os comentaba antes, no todas las personas que entran a trabajar en escuelas infantiles lo hacen por vocación y pasión. Hay gente que estudia el ciclo formativo de educación infantil porque es lo más sencillo para ellos, porque creen que no hay que esforzarse y porque es lo que menos tiempo les requiere. Así, en las prácticas profesionales intentan destacar de manera positiva con el único fin de conseguir un trabajo fácil cuanto antes.
¿Pero qué es lo que ocurre? Que son personas sin vocación y que las prácticas profesionales están un poco lejos de mostrar la realidad del trabajo. Las prácticas siguen siendo una etapa de formación para los alumnos, cuentan con tutores y diferentes profesores de apoyo para resolver sus dudas. Cuando por fin están trabajando son conscientes de que la responsabilidad del aula es suya y de que hay que esforzarse muchísimo. Por supuesto, ya no mola tanto.
Buscar otro empleo o seguir trabajando sin más
Sé de estudiantes que al empezar las prácticas profesionales en escuelas infantiles se han dado cuenta de que no es lo suyo y lo han dejado para buscar otro camino. Sin embargo, esa decisión no es la más común. Lo más habitual es seguir trabajando en el centro sin vocación, ni ilusión, ni pasión. Estas personas, se dedican simplemente a seguir el programa, a dejar que la jornada laboral pase y a esperar el sueldo a final de mes. Sin más.
Esto me lleva a decir lo siguiente:
- la educación infantil necesita profesionales de vocación auténtica. Personas que sí quieran mejorar la etapa, que se impliquen y que vivan la infancia.
- que los niños se merecen profesionales con emoción y actitud positiva. Educadores infantiles que no solo estén en las escuelas infantiles por cobrar a final de mes.
- y que la educación infantil no es un juego. En las aulas solo deberían estar educadores infantiles de corazón.
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¿De dónde puede venir la competitividad entre educadores infantiles?
Qué pasa cuándo en las escuelas infantiles entran personas que sí sienten vocación, emoción y amor hacia la infancia? Pues que los «educadores infantiles» que estaban ahí sin más y dejando que la jornada laboral pasara sin pena ni gloria se sienten amenazados. Amenazados de que el nuevo educador infantil destaque más que ellos y de que en algún momento les despidan.
De esta manera, los educadores infantiles de corazón se encuentran con numerosos obstáculos por parte de algunos compañeros: malos comentarios y palabras ofensivas, crueldad, envidia, zancadillas o falsos rumores. Así, se crea un ambiente de competitividad entre educadores infantiles insana que no llega a ninguna parte, situaciones incómodas y experiencias negativas que no deberían darse en escuelas infantiles.
Colaboración y aprendizaje de verdad
Todos los profesionales que trabajan en escuelas infantiles deberían intentar luchar por lo mismo: mejorar la etapa entre todos. La competitividad insana, los comentarios negativos y las palabras ofensivas entre compañeros no tendrían que darse bajo ningún concepto. A veces se olvida de que educadores infantiles, maestros, profesores y familias estamos en el mismo barco. ¿Por qué se ponen obstáculos en vez de favorecer la ayuda?
Un ambiente cálido y tranquilo dónde los educadores infantiles se apoyen y aprendan unos de otros. Escuelas infantiles con manos amigas y actitud positiva para luchar por la mejoría, la valoración y el reconocimiento de la educación infantil en el sistema educativo. Y sobre todo, centros educativos infantiles con profesionales que no piensen que la infancia es un juego. Profesionales que se impliquen y que vivan la etapa al máximo.
¡Y hasta aquí la entrada de hoy! ¿Qué pensáis vosotros sobre la competitividad entre educadores infantiles? ¿Habéis vivido alguna experiencia parecida? ¡Me encantaría leer vuestras opiniones por las redes sociales! Y por supuesto… ¡nos leemos en el próximo post!
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