¿Alguna vez has visto cómo tu hijo pasa de la calma absoluta a una rabieta monumental en cuestión de segundos? ¿Te suena eso de «lo quiero AHORA» resonando por toda la casa? Respira hondo, porque no estás solo en esto. La impulsividad en los niños es completamente normal y, con las estrategias adecuadas, es posible ayudarles a desarrollar el autocontrol que necesitarán toda su vida.
Comprar el cuento Adiós, enfado. ¡Hola, calma!, de Ana Serna en Amazon España
¿Por qué hay niños que sienten impulsividad?
Antes de buscar soluciones, conviene entender qué está pasando en esa cabecita. El cerebro infantil es como una casa en construcción: la parte que controla los impulsos (la corteza prefrontal) no estará completamente desarrollada hasta los 25 años aproximadamente. Esto significa que cuando un niño de 5 años grita «¡Quiero ese juguete YA!», no es que sea maleducado; simplemente su cerebro aún no tiene las herramientas maduras para gestionar la espera y la frustración.
¿Qué es la impulsividad en los niños y cuándo es normal?
La impulsividad infantil se manifiesta cuando los pequeños actúan sin pensar en las consecuencias, tienen dificultad para esperar su turno, interrumpen constantemente o responden antes de que termines de hacer una pregunta. Hasta cierto punto, esto es parte natural del desarrollo. Sin embargo, si estas conductas interfieren significativamente con su día a día escolar o familiar, puede ser momento de consultar con un profesional.
Post recomendado: Actividades Montessori fáciles y económicas para niños de 0-3 años: guía completa
Estrategias prácticas sobre cómo ayudar a un niño a gestionar su impulsividad
1. La técnica del semáforo emocional
Esta herramienta visual funciona de maravilla. Explícale a tu hijo que sus emociones son como un semáforo:
- Rojo: Estoy muy enfadado, necesito parar
- Amarillo: Empiezo a sentirme frustrado, debo tener cuidado
- Verde: Estoy tranquilo, puedo pensar con claridad
Cuando practiquen juntos identificar en qué «color» están, le estarás dando un lenguaje para reconocer sus emociones antes de que exploten.
2. El poder de las rutinas predecibles
Los niños impulsivos necesitan estructura como los peces necesitan agua. Cuando saben qué esperar, su cerebro puede relajarse. Crea rutinas visuales con pictogramas: desayuno → cepillar dientes → vestirse → cole. La previsibilidad reduce la ansiedad y, con ella, los comportamientos impulsivos.
3. Practicar la espera de forma gradual
¿Cómo ayudar a un niño a gestionar su impulsividad cuando pide cosas constantemente? Empieza por esperas cortísimas. «Mamá está terminando esto, en 30 segundos estoy contigo». Cuando lo logre, celebra ese pequeño triunfo. Poco a poco, aumenta el tiempo. Estás entrenando su músculo del autocontrol.
4. El juego del «stop y piensa»
Los juegos de control inhibitorio son oro puro. Juega a «Simón dice», a «estatuas musicales» o al clásico «1, 2, 3, pollito inglés». Estos juegos enseñan a frenar los impulsos de forma divertida. Cuando el niño tiene que parar de golpe, está ejercitando exactamente la habilidad que necesita en situaciones reales.
5. Modelar la calma (incluso cuando no la sientes)
Los niños son esponjas emocionales. Si tú reaccionas con gritos cuando se te cae el café, ellos aprenderán que así se responde ante la frustración. Narrar en voz alta tu propio proceso de autorregulación es poderoso: «Vaya, me he equivocado. Voy a respirar hondo y a intentarlo de nuevo con calma».
Post recomendado: Mejores universidades online para estudiar grados a distancia en España
¿Cómo saber si la impulsividad de mi hijo es normal o preocupante?
Esta es una pregunta que muchas familias se hacen. Señales de que podría necesitarse ayuda profesional incluyen:
- Impulsividad que pone en peligro su seguridad física repetidamente
- Dificultades significativas para mantener amistades
- Llamadas constantes del colegio por problemas de conducta
- Incapacidad para completar tareas simples adecuadas a su edad
- Cambios bruscos de humor varias veces al día que afectan la convivencia
Si observas varios de estos signos, consultar con un psicólogo infantil puede abrirte puertas a estrategias personalizadas.
¿Qué hacer cuando mi hijo tiene una rabieta por impulsividad?
En plena tormenta, lo primero es la seguridad. Si está en peligro él o alguien más, actúa. Una vez asegurado esto, tu trabajo es ser el adulto calmado que él necesita. Hablar mientras está en plena rabieta es como intentar enseñar a nadar a alguien que se está ahogando: primero hay que sacarlo del agua.
Quédate cerca, mantén la calma (respira tú también), y cuando la tormenta amaine, entonces sí: es momento de hablar sobre lo ocurrido. «He visto que te has enfadado mucho porque querías el juguete de tu hermano. Entiendo que te frustres, pero pegar no está permitido. ¿Qué podrías hacer la próxima vez?»
La respiración consciente es una herramienta que llevarán siempre en su mochila vital. Prueba estas técnicas:
- Respiración de la abeja: Inhalar por la nariz y exhalar haciendo «mmmmm» como una abeja. El sonido vibra y calma el sistema nervioso.
- Respiración 4-4-4: Inhalar contando hasta 4, mantener 4 segundos, exhalar en 4. Para niños pequeños, usa visuales: «Huele la flor, sopla la vela».
- El frasco de la calma: Un bote con agua, pegamento transparente y purpurina. Cuando lo agitan (como sus emociones agitadas), observan cómo poco a poco la purpurina se asienta. Así funciona la respiración: ayuda a que todo se asiente.
El papel de los límites claros y las consecuencias lógicas
Saber cómo ayudar a un niño a gestionar su impulsividad también implica establecer límites firmes con amor. Los límites no son castigos; son la estructura que el cerebro infantil necesita para sentirse seguro. Eso sí, deben ser:
- Claros y específicos: «En casa no pegamos» es mejor que «pórtate bien».
- Conscientes y coherentes: Si hoy no permites algo pero mañana sí porque estás cansado, el niño se confunde.
- Con consecuencias lógicas: Si tira los juguetes con rabia, la consecuencia es que esos juguetes se guardan por un tiempo, no que se quede sin ver dibujos (que no tiene relación).
¿Cuánto tiempo tarda un niño en aprender a controlar sus impulsos?
No hay una varita mágica con fecha de caducidad, pero aquí va la buena noticia: el cerebro es plástico y aprende constantemente. Con práctica consistente, muchos padres notan mejorías significativas en 2-3 meses. Sin embargo, el desarrollo completo del autocontrol es un maratón, no un sprint. Cada pequeño paso cuenta.
El impacto de la alimentación y el sueño en la impulsividad
No se puede ignorar lo físico. Un niño con hambre o cansado tiene el doble de probabilidades de ser impulsivo. Asegúrate de que:
- Duermen las horas recomendadas para su edad (los preescolares necesitan 10-13 horas)
- Comen cada 2-3 horas para mantener el azúcar en sangre estable
- Limitas el azúcar refinado, que causa picos y caídas de energía
- Reducir el tiempo de pantallas, especialmente antes de dormir
Un cerebro bien descansado y alimentado tiene más recursos para el autocontrol.
Cuando la familia también necesita ayuda
Criar a un niño impulsivo puede ser agotador. No pasa nada por admitir que estás al límite. Buscar apoyo no es un fracaso; es un acto de amor hacia tu hijo y hacia ti mismo. Grupos de apoyo, terapia familiar o simplemente pedir ayuda a tu red cercana puede marcar la diferencia entre sobrevivir y vivir esta etapa.
Y para terminar: paciencia, práctica y celebración
Aprender cómo ayudar a un niño a gestionar su impulsividad es un proceso lleno de prueba y error. Habrá días fantásticos en los que pensarás «¡lo hemos conseguido!» y días donde sientas que retrocedes tres casillas. Ambos son parte del camino. Lo importante es mantener la conexión con tu hijo, recordar que su cerebro está en construcción y celebrar cada pequeño avance.
Ese niño que hoy grita «lo quiero ya» está aprendiendo, con tu ayuda paciente, una habilidad que le acompañará toda la vida: la capacidad de pensar antes de actuar. Y eso, créeme, es un regalo que no tiene precio.


