Cuando un niño con apego inseguro llega al aula, trae consigo una mochila invisible cargada de necesidades emocionales que merecen toda nuestra atención. Como educadores infantiles, tenemos la oportunidad de convertirnos en figuras de referencia que ayuden a reconstruir esa confianza básica que, por diversos motivos, no se consolidó adecuadamente en sus primeros años de vida.
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¿Qué es el apego inseguro y cómo se puede manifestar en el aula?
El apego inseguro es un patrón relacional que se desarrolla cuando el niño no ha experimentado respuestas consistentes, sensibles o predecibles a sus necesidades emocionales durante la primera infancia. Esto no implica necesariamente negligencia o maltrato; a veces surge de situaciones familiares complejas, separaciones tempranas o dificultades en la crianza.
En el entorno escolar, un niño con apego inseguro puede manifestar conductas muy diversas: algunos se muestran excesivamente dependientes del adulto, buscando constantemente su aprobación y proximidad; otros, por el contrario, parecen autosuficientes en exceso, rechazando cualquier muestra de afecto o ayuda.
También es común observar reacciones desproporcionadas ante cambios de rutina, dificultades para regular emociones o comportamientos desafiantes que esconden un profundo miedo al abandono.
Estrategias fundamentales para acompañar a un niño con apego inseguro
Crear un entorno predecible y seguro
La predictibilidad es medicina para el apego inseguro. Establecer rutinas claras y visuales ayuda al niño a anticipar qué va a ocurrir, reduciendo su ansiedad. Los pictogramas, calendarios visuales y canciones que marquen transiciones se convierten en anclajes emocionales que comunican: «aquí sabes qué esperar, estás seguro».
Mantener la coherencia emocional
Un niño con apego inseguro necesita adultos que sean faros emocionales: presentes, cálidos y, sobre todo, coherentes. Esto significa mantener un tono afectivo estable, cumplir las promesas (por pequeñas que sean) y responder a sus necesidades de manera predecible. Si decimos «ahora termino esto y te ayudo», es fundamental hacerlo.
Validar sin juzgar
Cuando el niño expresa emociones intensas o tiene comportamientos difíciles, es esencial validar lo que siente sin juzgar cómo lo manifiesta. Frases como «veo que estás muy enfadado, esto te ha resultado difícil» o «entiendo que tengas miedo cuando cambio de sitio» le ayudan a ponerle palabras a su mundo interior y a sentirse comprendido.
Ofrecer presencia sin invadir
El equilibrio es delicado: un niño con apego inseguro necesita sentir la disponibilidad del adulto sin experimentarla como invasiva o condicionada. Se trata de estar cerca, mostrar interés genuino por sus juegos y actividades, pero respetando sus tiempos y su espacio. A veces, simplemente sentarse cerca mientras juega comunica «estoy aquí si me necesitas».
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Herramientas prácticas para el día a día
El rincón de la calma
Crear un espacio acogedor en el aula donde el niño pueda regularse emocionalmente es fundamental. No debe percibirse como un castigo, sino como un refugio. Cojines, peluches, libros de emociones o botellas sensoriales pueden convertirse en aliados valiosos.
Cuentos terapéuticos
Los cuentos sobre vínculos, familias diversas, separaciones y reencuentros son herramientas potentes para trabajar el apego inseguro. Historias donde los personajes experimentan emociones difíciles y encuentran adultos que les acompañan ayudan al niño a procesar su propia experiencia de manera simbólica.
Rituales de bienvenida y despedida
Para un niño con apego inseguro, las transiciones (llegada al cole, salida, cambios de actividad) pueden resultar especialmente estresantes. Crear rituales personalizados —un saludo especial, una canción de despedida, un objeto de transición— proporciona seguridad y predecibilidad emocional.
El juego como vínculo
El juego libre y el juego simbólico son los escenarios naturales donde el niño puede expresar sus miedos, recrear situaciones difíciles y experimentar nuevas formas de relación. Participar en su juego desde una posición de respeto y disponibilidad (sin dirigir ni interpretar) fortalece el vínculo.
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Coordinación con las familias: un trabajo en equipo
Trabajar con un niño con apego inseguro requiere tejer redes de apoyo que incluyan a la familia. Las conversaciones con las familias deben ser cuidadosas, evitando culpabilizar y centrándose en construir juntos estrategias coherentes entre casa y escuela.
Compartir observaciones positivas («hoy Pedro ha compartido su material con otro niño») ayuda a las familias a ver los avances. Ofrecer pautas concretas y recursos (como cuentos o actividades para hacer en casa) transforma la relación escuela-familia en una alianza terapéutica.
Cuidar al educador para cuidar al niño
Acompañar a un niño con apego inseguro puede resultar emocionalmente demandante. Es normal sentir frustración, impotencia o incluso rechazo ante conductas desafiantes repetidas. Por eso es fundamental que los educadores infantiles cuenten con espacios de supervisión, formación continuada en apego y trauma, y apoyo entre compañeros.
Recordar que los cambios en estos niños son lentos, que los avances no son lineales y que cada pequeño paso es significativo ayuda a mantener la perspectiva y la esperanza.
El poder transformador del vínculo escolar
La escuela infantil puede convertirse en un factor de protección fundamental para un niño con apego inseguro. Una maestra o maestro que ofrece disponibilidad emocional, coherencia y calidez puede compensar, al menos en parte, las carencias vividas en otros contextos.
No se trata de sustituir a la familia ni de convertirse en salvadores, sino de ofrecer una experiencia relacional diferente que le muestre al niño que los adultos pueden ser predecibles, seguros y amorosos. Ese aprendizaje, vivido día a día en el aula, siembra semillas de resiliencia que pueden germinar durante toda su vida.
Trabajar con un niño con apego inseguro es un desafío profesional y humano que requiere paciencia, formación y, sobre todo, una profunda convicción: cada niño merece encontrar adultos que crean en él, que le acompañen sin condiciones y que le ayuden a escribir una nueva historia relacional. Y esa historia, muchas veces, comienza en la escuela infantil.


